martes, 13 de agosto de 2013

Crítica de "Orange Is The New Black".




El tópico carcelario de literas, tatuajes y tipos duros en producciones audiovisuales de todo tipo es algo tan trillado como lo son el macho alfa en el género de terror, o el hombre perfecto en las comedias románticas. Porque si no tampoco sería un tópico, diré. Es por eso, entre otras muchas cosas, que lo que hoy traigo resulta mínimamente refrescante.

Lo primero que hay que saber de Orange Is The New Black (OITNB) es que no es precisamente un producto convencional. No sólo en contenido, como se explicará en las siguientes líneas, sino también en formato: su distribuidora, Netflix, ofreció al público, el mismo día de la emisión del primer episodio, la serie al completo online (como ya hiciera con House Of Cards o Hemlock Grove). Y ya tenía confirmada una segunda temporada. Se podría decir entonces que ésta es una serie íntegramente independiente.
Lo segundo a destacar antes de meternos en faena, es que su creadora es Jenji Kohan, responsable también de la sit-com Weeds. Y que está basada en unas memorias escritas por Piper Kerman bajo el mismo nombre.

La historia se centra en Piper Chapman (Taylor Schilling), una treintañera de Connecticut que vive acomodada en Nueva York con su prometido, Larry Bloom (Jason Biggs) y que es condenada a 15 meses de prisión por haber transportado, hace 10 años, una maleta llena de dinero proveniente de tráfico de estupefacientes.

Para continuar, quizás, deberíamos ahondar en la protagonista, Piper Chapman. Siendo creativos a la hora de analizar, se podría decir que hay dos Pipers, dos caras de una misma moneda:
- La Piper “niña bien” de la que hemos hablado, prometida con un escritor, con un negocio propio, y una vida completa y repleta de pequeños lujos sin los que apenas puede imaginar su vida, viviendo lo que se llama “el sueño americano”, y cuyo sino más probable sea convertirse en ama de casa.
- Pero Piper también fue, y no hace mucho tiempo, una chica universitaria. Hija de una familia apoderada, sí, pero también rebelde, aventurera, como si intentara demostrarse a sí misma que no es esa pija de Nueva York, que se enamora de, efectivamente, una mujer, Alexandra Vause (Laura Prepon), narcotraficante de un cártel internacional de drogas.

Las dos están enamoradas. Evidentemente, la segunda Piper hace pagar a la primera por sus délitos ante la siempre justa ley americana, y ambas acaban con su estilizado culo en la cárcel. Y claro, cuando la Piper-bien y la Piper-bollo se encuentran en la cárcel de mujeres de Lichfield, entre las mismas cuatro paredes, la protagonista no puede hacer otra cosa que enfrentarse a sus fantasmas del pasado y, lo que es peor, a sí misma.



¿Sabéis? Quizás haya tres Pipers.

La tercera, Chapman, es a la que conocemos de manera directa en prisión, y a la que vemos sobrevivir y evolucionar, como si de una suerte de Darwin se tratara. Pasa primero de ser la floja chica que no aguantaría una noche en la cárcel, a una Chapman que, mediante los manidos instintos de supervivencia consigue adaptarse a la vida entre rejas. La supervivencia es definitivamente uno de los elementos más presentes a lo largo de los 13 episodios. Con el paso de los mismos, el personaje de Chapman comienza a desdibujarse, a desgastarse, por motivos que van interponiéndose en su estancia y que no os vamos a descubrir aquí.

Como serie, OITNB cabalga entre el drama y la sit-com con una trama que avanza, más que avanza, trota, tomándose su tiempo unas veces y acelerando muy pocas, y se apoya en la comedia (negra, en su mayoría) y, sobre todo, en unos, digamos, carismáticos personajes.

Porque en OITNB cada personaje tiene una parte importante en la historia y todos participan de ella. Cada uno de ellos tiene un oscuro (o no tanto) pasado, una pequeña (o no tanto) intrahistoria que explica su raison d'être, su condena y sus cargas dentro y fuera de prisión. Para conocer todos estos entresijos, la serie se sirve de flashbacks, herramienta habitual y efectiva, que puede recordar a series como Lost. Estos personajes son el principal activo de una serie que, además, se sirve de ellos como conductores de la trama, cruzándose en el camino de la misma.

Pero lo que OITNB ofrece de una forma que ninguna otra hace es un tratamiento sin cortapisas de temas complejos como la sexualidad o el racismo. Homosexualidad y razas van constantemente cogidos de la mano de homofobia y racismo, como si no se pudieran entender a los primeros sin los segundos. Como si en algún momento alguien hubiera aprovechado un despiste de la humanidad y hubiera cambiado variables dependientes por independientes. Los guetos, o la figura de Sam Healy dan buena cuenta de ello. Además, desarrolla unas interesantes relaciones de machismo y dominación, al igual que trata la libertad o la supervivencia, como no podía ser de otra forma.


La cárcel se intenta representar de manera, se entiende, fidedigna, dura. Y, por remoto que parezca, ésto provoca más de una situación grotesca y surrealista que, en ocasiones, hace al espectador plantearse si de verdad está ante un contexto crudo como es el carcelario. Los guardias, que son a priori la otra cara de la moneda, la de la rectitud y la ley, muestran unos perfiles muy similares a los de las delincuentes, como si su única diferencia o suerte fuera el color de su uniforme.

La banda sonora es acertada, de buen gusto, aunque no carga con mucho peso dramático, más alla del brillante opening, “You've Got Time”, a cargo de Regina Spektor, una de las voces femeninas más representativas de la música independiente. A lo largo de las 13 entregas se encuentran, además, interesantes referencias culturales a Oz, Bon Iver o The Smiths, usadas siempre en clave de humor.


Nos enfrentamos, en definitiva, a uno de los mejores estrenos de la temporada, (junto a Utopia o Broadchurch) y uno de los mejores entretenimientos del verano. Porque OITNB ofrece eso, entretenimiento, en una trama sencilla bañada en una dramedia, o tragicomedia, que tan pronto ofrece escenas dramáticas potentes cargadas de una emotividad punzante, como continuas situaciones surrealistas, que relativizan los problemas del exterior. Se sustenta sobre un brillante guión que hace a la serie alcanzar cotas muy disfrutables.

Fundido a naranja.

"And so the penguin says, "Dude, he's not an eggplant, he's retarded".

Fundido a negro.

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